Nada como un dia de lluvia, el aroma fresco, las calles humedas y el sonido del agua adornando todo en su concierto, para despertar la curiosidad y acercarnos a la ventana a recordarnos corriendo entre charcos, entre calurosos alivios de verano y frias anecdotas de invierno con paraguas desflorados por el viento invitando a la risa de la silenciosa picardia, a ver gotas interminables llevando a cabo su viaje obligado entre las hojas en los arboles, en la humedad del aire y la bruma de glaceados vidrios, de algun amante abrazandonos con ternura, o un merecido descanso de feriados o fin de semana, aveces, protagonistas de la excusa perfecta a adornar nuestros castillos de cristal con sueños en colores prestados del mismisimo arcoiris. Un largo suspiro, un parpadeo lento y desinteresado hacia un mundo que hoy no nos esta obserbando, que nos resgurda en la calma, y nos asombra en sus detalles.