Solo sentarse y escribir, no se
sabe bien lo que develara el alma, pero se sentirá bien lo que pueda llegar a
confesar el corazón, o las lagrimas que puedan
desembarcar resultantes tantas veces como la risa, el amor, el odio, el
mundo.
Poder hacer de la imaginación
nuevas y mejores versiones de unos y otros cada vez que manchamos el papel, es
igual a volar, nadar, correr e inclusive bailar.
Mientras algunos beban de su copa
de vino, sin razón alguna, otros tomaremos nuestro preciado café express.
La hora de las letras comienza y
no querrá parar, puesto que siempre habiendo tinta en la pluma, historias serán
las que sobren para narrar, para mirar desde la yema de los dedos, frases
bañadas en sales aromáticas para los románticos, y sangre y humo, para los
apasionados.
Las mordidas enredadas como
medusas por no fingir las travesuras confesadas, el peligro, los acantilados y
abismos de las fomentadas fantasías, seres perfectos y sentimientos
imperfectos, desde siempre, los que mejor se describen a la hora del rencor (
el único sentir que no necesita tipo alguno de alimento, el siempre esta listo
para surgir cuantas veces le sea posible),la ironía de las despedidas que no
existieron jamás sino en la misma muerte, los seres mantenidos como por suerte
de hechicería “eternamente bellos”, y
los desesperadamente enamorados, los preferidos.
Las frases mentales, los
latigazos de la luz esculpidos desde el cuerpo, como el sol quemando la piel
hasta refrescarla de lluvias, de verdades evidentes, falta de ceguera, como son
la realidad, la responsabilidad, la inmadurez, la niñez, el sexo; ese regalo
para aprovechar como jugo de frutas, o trago de whisky para los mas nocturnos.
Solo sentarse y escribir, - No
pensé-, Salir como Osos de su madriguera a oler las flores de temporada, tan
indefensas, tan poderosas, como Rosas, como gatos en el tejado, volver a
respirar, a liberar al diccionario de sus palabras y definiciones correctas
olvidando penas y derrotas para convertirse en arte, en fotografías, en escándalos,
en triunfos, pasados, presentes y futuros como el hijo o hija que vendrá.
La huella de la memoria que debe
querer interrumpir y se aleja cada vez que la tierra gira a nuestro favor
llamándolo felicidad no esta tan mal después de todo, como si gemir o abrazarse
no lo fueran también, y el viento, que una vez más repite:
-la hora de las letras, sentarse
y escribir-, Susurra en mi oído, para mantenerse entretenido, porque ese es el
secreto.