Dicen que sabrá volar aquel que se atreva a amar sin sentido, el que salga afuera como plebeyo y deje impregnado su propio brillo en la mirada correspondida, ya que si bien al amor no se lo produce, a veces, se lo invita…
Ese que con sus manos jamás se había conocido, con el que tomaste una lengua serpentina, y te alejaste, el que te evitó una nueva mentira, que ni el péndulo de las horas refugio y desmadrado, tuvo que encadenarse a ser olvido de un lejano lamento para tristes almas moribundas, el que provocó a tu aura de plata a ser bañada por el rocío de la noche en su mas fértil conjuro, el que ahora recuerdas y te complace de triunfo, de vueltas a la risa sin daño , y enajenando lo mundano, intentaste burlas en la propia casa de la risa, porque si una lagrima se escapo desterrada, una risa luego, la sano…
Ahora enciendes el fuego en la salamandra y pruebas su furor en manjares de palabras, que en tu defensa tienen ganas, afecto y sacrificio, supiste sin poderlo evitar, de la falsedad y lo cotidiano llamándolo rutina, e innegable, dentro de lo que quedaba nublándose en el viejo Poseidón de tu mirada, reprochaste sin mensura, y ya luego, no deseaste la fortuna, cuando entonces, te encontraste una vez mas, en soledad, y en tu máxima compañía…
Como el manto del medio día te arropaste en la prisa, con la calma, con la vida de la vida, regalando rostros alejados, alejaste sequías, obsequiaste buena fe y dulces melodías, que al tenderse entre sabanas lo poco de este logro, comprendiste únicamente, que era parte esto de un todo, lo mas puro del camino, logrando el rostro que tenias, el que nunca antes habías mirado, y sin remedio en su ironía, el rostro que haz deseado.
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